Una llamada a la creatividad

Written by Angélica Steinker, M.Ed. CAP2, CDBC, C.C.B.C.
Traducción del artículo (Open Call for Creativity) por Carlos García-Rico

El propósito de este artículo es animar a los adiestradores a que estén abiertos a experimentar con distintas técnicas lúdicas y motivacionales. El propósito no es censurar el uso del castigo, sino hacer pensar sobre su uso y animar a los adiestradores a encontrar métodos alternativos para adiestrar a sus perros.

En este artículo, el término castigo se refiere tanto a castigo positivo como negativo, y el término refuerzo se refiere a refuerzo positivo. Castigo positivo es cuando añades algo al entorno del perro que disminuye determinado comportamiento. Castigo negativo es cuando retiras algo que el perro quiere para disminuir un determinado comportamiento.

El castigo nos resulta familiar

Algunas partes de este artículo puede que sean difíciles de leer. El tema del castigo es un asunto delicado. Es delicado porque todos hemos experimentado el hecho de ser castigados y todos hemos castigado alguna vez. Porque sabemos que el castigo es desagradable, nos resulta incómodo pensar sobre cómo lo usamos exactamente.

Todos sabemos lo que es recibir un castigo. La mayoría de nosotros ha recibido una multa por exceso de velocidad o por aparcamiento indebido. Todos nosotros fuimos castigados de alguna manera cuando estábamos creciendo y nuestros padres nos enseñaban comportamientos adecuados. Debido a estas experiencias sabemos que los castigos no son divertidos para la persona que los recibe. Sin embargo, el castigo nos resulta familiar. Como personas y como adiestradores tendemos a recurrir a lo que nos resulta familiar ya que es mucho más fácil utilizar algo que nos resulta familiar que dar con ideas nuevas. Eso puede hacer que pasemos por alto otras técnicas de adiestramiento efectivas, porque nos encerramos en lo que ya conocemos y ya sabemos cómo hacer.

El hecho de saber lo que se siente al ser castigado puede provocar que nos avergoncemos de usar castigos en el adiestramiento o en el trato con otras personas. Es importante ser consciente de esto, y entender que esta vergüenza puede hacer que sea difícil leer algunas partes de este artículo.

El castigo engendra castigo

El castigo es popular. En nuestra sociedad estamos rodeados de él. Los directivos lo utilizan para controlar a los empleados. Los profesores lo usan para erradicar los comportamientos incorrectos en clase. La policía lo usa para erradicar los excesos de velocidad y otras violaciones de la ley más graves. La sociedad lo usa en un intento de controlar a los criminales. Los ejemplos son incontables. Incluso en lo más íntimo de las relaciones personales, el castigo está a la orden del día.

La sed de castigo parece estar impulsada por el deseo de control de las personas. La ironía es que la gente controla muy poco. El hecho de que casi nunca tengamos el control es la fuerza impulsora que está detrás de la necesidad de control.

Los mejores adiestradores caninos buscan la perfección. Es este deseo de perfección el que puede provocar el deseo de conseguir un control completo de sus perros. En la superficie este concepto de “control total del perro” suena muy bien. El adiestrador obtiene la obediencia total y el perro obtiene la recompensa. Sin embargo, invariablemente el perro cometerá errores. Estos errores chocan con el concepto de control total y pueden preparar el camino hacia el uso del castigo.

Cualquiera que haya tenido perro alguna vez podrá contarte muchas historias sobre como el control total no es posible. Hay perros que han sido entrenados hasta los más altos niveles de obediencia y que se han negado a sentarse en alguna circunstancia. Hay perros que no responden a la llamada cuando hay ardillas, y muchos otros ejemplos. La quimera del control total y el deseo de conseguirlo convierten el castigo en un imán para los adiestradores. Incluso algunos adiestradores de primera fila aseguran que el uso de collares eléctricos para adiestrar la llamada y prevenir la agresión puede ser apropiado. Ninguno de los dos problemas se resuelve usando collares eléctricos pero su uso se recomienda de todas formas. La respuesta a la llamada en un perro es el reflejo de la relación entre ese perro y su dueño, y de cuanto se ha adiestrado la llamada con distracciones severas. Tratar la agresión en perros requiere crear asociaciones positivas con otros perros, no asociaciones negativas.

Mientras que cada individuo es responsable de cómo elige adiestrar a su perro, la sociedad nos ha predispuesto a usar el castigo. El condicionamiento empieza en la escuela dónde los errores son marcados en rojo. Los adolescentes que están viendo una película en un cine abarrotado gritan “¡que timo!” si los efectos especiales están por debajo de lo que esperaban. Estamos condicionados a tener una visión láser para los errores. El hecho de que estemos condicionados para detectar los errores prepara el escenario para el castigo. Estamos programados para ver los errores, no los comportamientos excepcionales. Cuando un comportamiento excepcional pasa inadvertido o es da por supuesto la oportunidad de reforzarlo pasa de largo. Dejadme que lo diga otra vez: Cuando un comportamiento excepcional pasa inadvertido o es tomado por supuesto la oportunidad de reforzarlo pasa de largo. Este es un punto muy importante.

Otra dinámica emparejada con el castigo es la culpa. Cuando ocurren desastres o accidentes, hemos sido condicionados para localizar y castigar al individuo o entidad que tenga la culpa. Echar la culpa es muy autoreforzante. Echar la culpa es divertido, porque significa que la falta cometida es error de otra persona, así que otra persona sufrirá por ese error. El acto de culpar es la fuerza que subyace detrás del castigo; primero culpas, después castigas.

En el adiestramiento canino nuestro sistema de competición está basado por completo en la perfección. En obediencia todos los perros entran en el ring con una perfecta puntuación de 200. Los errores van substrayendo puntos y reduciendo la puntuación. En agility la meta son las carreras limpias, y conforme se ha hecho más competitivo este deporte, la meta se ha convertido en conseguir carreras limpias con giros muy cerrados. La perfección que los competidores persiguen es esquiva y, de nuevo, los adiestradores están predispuestos a ver los errores, buscar culpables, y castigar.

Tradicionalmente a un perro se le enseña atención—mirar a la persona—recompensando inicialmente el contacto visual y después castigando al perro por mirar a otro lado al añadir distracciones. La atención pasiva resultante y la postura sumisa de los perros entrenados con este método no es el ideal, pero no se quitan puntos por ello en competición. El adiestrador tendrá una buena actuación en el ring a pesar de la infelicidad del perro. Aunque la infelicidad del perro no puede ser demostrada, una postura sumisa y un movimiento débil de la cola dicen muchas cosas sobre el estado emocional de un perro. A pesar de su pobre estado de ánimo el perro puede ganar en el ring así que el uso del castigo ha sido reforzado.

Pero a mí me castigaban

Mientras estábamos creciendo todos experimentamos el castigo. Esto lleva a pensamientos a favor del castigo como “pero a mi me castigaban y yo he salido bien” No “salimos bien” debido al castigo, es una burda simplificación de un proceso altamente complejo. “Salimos bien” porque nos enseñan valores que están en línea con la mayoría de los valores de la sociedad. “Salimos bien” porque decidimos comportarnos de una manera decente. Los niños cuando son castigados raramente aprenden lo que sus padres pretendían. Un niño que es castigado por decir una palabrota simplemente aprende a no decirla en presencia de sus padres. La verdadera intención del padre era erradicar el uso de palabrotas en cualquier situación y el castigo no consigue este fin. Esta misma dinámica del castigo es la que hace que un perro que es castigado por ensuciar la casa no comprenda lo que se le quiere enseñar y simplemente evite ensuciar en presencia del dueño. Este malentendido lleva obviamente a un caos en la educación del perro en cuestiones de limpieza. Como el perro no es adiestrado correctamente esto puede llevar a un incremento en el castigo si el dueño llega a la conclusión de que el primer castigo fue demasiado débil. Nace un círculo vicioso de castigos y el perro sigue sin haber aprendido a hacer sus necesidades donde debe.

El castigo es reforzante

Cuando un adiestrador castiga es reforzante para el adiestrador en varios sentidos. En primer lugar, el castigo provoca respuestas muy fuertes y evidentes en el perro así que el adiestrador percibe que tiene un efecto poderoso. El adiestrador que aplica el castigo se siente poderoso al castigar debido a la contundente respuesta del perro. Además, cualquiera que esté observando es fácil que se sienta impresionado por la dramática respuesta del perro. En segundo lugar, el adiestrador ha tomado la decisión de castigar; esto es gratificante y también reforzante para el adiestrador. Ser capaz de tomar decisiones sobre que comportamientos merecen castigo es una inyección de ego. En tercer lugar, si el adiestrador se sentía frustrado el castigo tendrá un efecto catártico. El mero hecho de aplicar el castigo ayudará al adiestrador a purgar sus sentimientos de frustración.

Frecuentemente se refieren al castigo como “lo único que funciona”. La razón de que sea “lo único que funciona” es que el adiestrador ha decidido no hacer el esfuerzo extra que supone encontrar el refuerzo adecuado que sería efectivo para ese perro en particular. Como he mencionado anteriormente, el castigo nos es familiar a todos. Los adiestradores tienden a usar técnicas con las que están familiarizados antes que idear alguna nueva. En otras palabras, han usado más el adiestramiento con castigos que el adiestramiento con refuerzos así que tienen más habilidades como castigadores que como reforzadores.

El castigo es reforzador para el adiestrador porque:

  • Provoca reacciones poderosas en los perros, incluyendo las de los posibles e impresionados espectadores.
  • Es una inyección de ego (sensación de poder).
  • Hay un alivio de la frustración.
  • No requiere ningún pensamiento creativo o solución creativa a un problema. Es más fácil que usar refuerzos.

Incluso si el castigo no es reforzante para el adiestrador puede serlo para el perro. Muchos perros prefieren asumir el castigo antes que ser ignorados. Para estos perros el castigo reforzará el comportamiento e incrementará la probabilidad de que vuelva a ocurrir.

Los adiestradores que usan castigos nunca estarán seguros de si lo han usado porque realmente era el último recurso o porque tienen detrás un historial de refuerzo en el uso del castigo.

Argumentos a favor del castigo

Los adiestradores que utilizan collares de castigo y correcciones de correa insisten en que un adiestramiento basado en correcciones es más rápido y más efectivo. Sin embargo, tanto el castigo como el refuerzo requieren una sincronización adecuada para ser efectivos. Para cada escenario de adiestramiento en el que uno de estos adiestradores optara por el castigo, se podría también elegir técnicas basadas en el refuerzo. Como el castigo es tan popular los adiestradores se han vuelto realmente buenos a la hora de aplicarlo. Los adiestradores con experiencia saben con que clase de castigo obtendrán los mejores resultados. En consecuencia muchos adiestradores carecen del conocimiento de cómo usar el refuerzo con creatividad. Es más fácil continuar usando las técnicas de castigo conocidas que imaginar “festines” de refuerzo. Esta es una razón por la cual algunos adiestradores piensan que es más rápido el uso de técnicas basadas en las correcciones. Para ellos es más rápido porque eligen no tomarse el tiempo necesario para aprender técnicas basadas en refuerzo que llevarían a los mismos resultados.

Tanto las correcciones como los refuerzos requieren una sincronización apropiada. Una corrección de correa a destiempo será inefectiva. Por ejemplo, durante un ejercicio de andar junto, el perro se adelanta – esta posición es incorrecta. El adiestrador lo ve pero accidentalmente da el tirón de la correa de estrangulamiento cuando el perro ya ha vuelto a la posición correcta. El perro queda confuso ya que las correcciones anteriores le habían dicho que andar junto estaba bien pero esta última corrección le ha dicho que está mal. Un perro sensible o independiente es probable que se cierre y deje de trabajar después de unas cuantas correcciones de correa aplicadas a destiempo. La puerta se ha abierto para culpar al perro. Se culpa al confundido perro por tener una actitud incorrecta.

Un refuerzo aplicado a destiempo también será confuso y carente de significado para el perro. Si un adiestrador está usando comida como refuerzo para enseñar al perro a andar junto, y por error le da una galletita cuando el perro no está en la posición correcta, también confundirá al perro. La diferencia es que es menos probable que un perro que ha sido recompensado con un criterio incorrecto deje de trabajar. Es lógico concluir que una galleta o una rascada en el ombligo a destiempo no son tan injustas como una corrección de correa en el momento incorrecto.

El castigo engendra contra-control

Nada es gratis. El uso del castigo tiene un precio. El castigo extremo provoca al parecer comportamientos aberrantes. Hace algunos años se dio un caso impactante de un elefante que “se volvió loco” y atacó a su domador y aplastó a algunos espectadores antes de ser abatido a tiros en la calle. Más tarde, se hizo publico que el adiestrador de este elefante había usado técnicas de adiestramiento crueles. En cualquier refugio de animales se pueden encontrar muchos ejemplos del comportamiento aberrante que provoca el castigo excesivo.

Los animales que son castigados toleran el castigo hasta un punto. Este punto es el umbral de castigo. Cuando se cruza este umbral el animal pasa directamente al contra-control. El contra-control es normalmente agresión. Entonces decidimos controlar este contra-control con el castigo final que es matar al animal. Cuando se trata de control, nada funciona mejor que matar.

El uso excesivo de refuerzos lleva a un camino con muchas bifurcaciones. El uso extremo del refuerzo puede lleva a muchos comportamientos dependiendo del conocimiento y la sincronización del adiestrador. Alguno de los comportamientos resultantes será deseado y otros indeseados. Independientemente de dónde nos lleve el camino, no existen casos de perros eutanasiados debido al exceso de alabanzas o a demasiadas galletitas a destiempo. Tanto el castigo extremo como el refuerzo extremo no reflejan prácticas de adiestramiento habituales. Sin embargo, es importante examinar tanto el exceso de castigo como el exceso de refuerzo ya que algunas personas toman la decisión de usar medidas extremas.

La figura inferior ilustra el espectro completo de las posibilidades de adiestramiento. En el extremo derecho tenemos adiestradores que utilizan sobre todo castigos y muy poco refuerzo. En el extremo izquierdo tenemos adiestradores que usan sobre todo refuerzo y muy poco castigo.

¿En que extremo del espectro te gustaría que estuviese alguien que tuviera que enseñarte comportamientos nuevos o mejores?

Cuanto mayor sea el uso del castigo mayor será el impacto negativo en los lazos y la relación entre tú y tu perro. No importa como de preciso sea el momento de aplicar el castigo, al perro siempre le desagradará. El condicionamiento clásico, uno de los procesos por los que aprende un perro, establece que el castigo se asocia a quien lo aplica, de ahí el impacto negativo que tiene en la relación.

Independientemente de las técnicas de adiestramiento que utilices, el uso tanto del castigo como del refuerzo es inevitable. Incluso si tienes la intención de adiestrar a tu perro sin usar ningún refuerzo, muchas interacciones son reforzadoras. El contacto visual es reforzante para los perros, así como el contacto físico. De la misma forma, un tono de voz amable es reforzante. El mismo principio aplica a los puristas que quieren adiestrar sin usar ningún castigo en absoluto. Simplemente no es posible. Una corrección verbal y ya has fallado. Pedir a un perro que repita un ejercicio también puede ser un castigo. No entregar una recompensa es un castigo. La cuestión no es censurar el castigo sino aceptar el desafío de encontrar alternativas.

Tanto el castigo como el refuerzo están sujetos a desensibilización. Esto quiere decir que un adiestrador que use un collar eléctrico, si lo hace de manera muy repetitiva, tendrá que utilizar descargas cada vez más fuertes para que sean efectivas. Los perros que son castigados con descargas desarrollan una tolerancia a las mismas. Esta es la razón por la cual los dueños de perros que usan collares eléctricos de control remoto para asegurar que el perro no se escape del jardín, acaban incrementando la potencia de la descarga hasta que incluso la descarga de mayor intensidad no consigue que el perro muestre el comportamiento deseado de permanecer en el jardín. Ese perro ha sido desensibilizado a las descargas con éxito. Esa desensibilización puede llevar al abuso. El mismo proceso de desensibilización puede ocurrir con otras formas de castigo. Una palmadita se convierte en una palmada, una palmada en una bofetada, una bofetada en una patada, y así sucesivamente. Esto no es una cuestión de adiestramiento — esto es una cuestión de humanidad y de cómo tratamos a los demás y a nuestros perros.

Si el perro no se desensibiliza a las descargas hay una posibilidad de que el perro se sensibilice a ellas. Hay estudios que demuestran que hay perros que se desensibilizan mientras que otros se sensibilizan al ser expuestos a los mismos estímulos. (ver Excel-erated Learning de Pam Reid para más información). Si un perro se sensibiliza a las descargas durante el proceso de adiestramiento es probable que el perro entre en una respuesta de combate o huida al ser empujado más allá de su umbral de castigo. Esto puede ser peligroso tanto para el perro como para el dueño.

Por último, el uso de collares eléctricos no va a tener un efecto positivo en tu relación con el perro. Incluso si solo se necesitaran una o dos descargas para parar inhibir el comportamiento, la pregunta permanece: ¿Cómo querrías ser educado tú? Imagina un vendedor al que se le dice que tiene que vender más de 1000 artículos para evitar una descarga eléctrica, y compáralo con un vendedor al que se le dice que tiene que vender más de 1000 artículos para ganarse una bonificación.

El refuerzo está sujeto a la misma dinámica de desensibilización. Si un adiestrador siempre da al perro el mismo premio de la misma manera, el premio se volverá menos efectivo. Esta es una razón por la cual si un adiestrador decide enseñar a su perro usando comida el perro debe tener hambre durante las sesiones y la comida debe ser variada. Un perro que tiene libre acceso a la comida o a los juguetes simplemente no estará motivado. Limitando el acceso a los refuerzos que se usan en el adiestramiento se conseguirá que los refuerzos sigan siendo apetecibles y evitará la desensibilización.

El hecho de castigar significa que el perro tiene la culpa

La lógica nos dice que un castigo justo es el resultado de un error por parte del perro. Los castigos injustos no son lógicos. Así que si el adiestrador está enseñando al perro y se produce un error, el perro es castigado porque se asume que el perro ha sido desobediente. Sin embargo, el error del perro pudo haber sido causado por muchos otros factores; alguno de los cuales son:

  • El aprendizaje no se ha generalizado. Lo que le has enseñado no se entiende en diferentes contextos.
  • La indicación no ha sido entrenada suficientemente- – hay algo más interesante para el perro.
  • Las distracciones eran demasiado abrumadoras para el perro. Hemos propiciado el error.
  • El perro no se siente bien.
  • El perro está confundido.
  • El perro ha malinterpretado algo.
  • Ha habido poco entrenamiento.
  • El perro no estaba prestando atención. Hace falta trabajar la atención.

¿Por qué asumimos que un error es desobediencia y un acto deliberado y calculado? ¿Por qué asumimos lo peor? ¿Por qué culpamos al perro? Si es el perro quien se ha equivocado entonces el adiestrador va a tener serias dificultades para evitar que el error se vuelva a producir. Esto quiere decir que el adiestrador vive con el miedo de que el perro decida volver a desobedecer. Así que el perro tiene la culpa. El adiestrador solo puede aplicar la corrección cuando el error ocurre. El resultado se traduce en un montón de tiempo observando vigilante y esperando que el acto de desobediencia deliberado ocurra otra vez para que pueda ser corregido.

La alternativa es mucho más agradable tanto para el perro como para el adiestrador. Es asumir que el adiestrador ha cometido el error. Que el adiestrador ha provocado que el perro se equivoque por falta de adiestramiento, o adiestramiento inadecuado. Si es el adiestrador quien se ha equivocado puede fácilmente hacer los cambios necesarios. Cambiar su comportamiento en vez de culpar al perro. El adiestrador tiene el control. Este proceso también asume que el perro es suficientemente inteligente para aprender y suficientemente inteligente para interpretar algo mal o confundirse. Está claro que los errores del perro son responsabilidad del adiestrador.

Sin embargo, el juego de la culpa es infinitamente más gratificante que hacer cambios en los programas de adiestramiento. Así que los tirones continúan.

¿Es el castigo más fuerte que el refuerzo?

El castigo obtiene resultados dramáticos. Un perro que recibe una descarga está altamente motivado por el dolor que ha sufrido para evitar otra descarga. Un perro que es golpeado por ensuciar la casa tomará medidas extremas como comerse sus propias deposiciones para evitar futuras palizas. Toda la evidencia sugiere que el castigo es más fuerte que el refuerzo. Sin embargo el refuerzo gana la competición por muchas razones. Consideremos actividades de alta gasto energético como correr. ¿Cuando se ve a un perro corriendo a todo gas hasta llegar al límite? ¿Si el castigo es el motivador definitivo por que los galgos se molestan en perseguir a un conejo de mentiras? La verdadera motivación se consigue con refuerzo, no con castigo. Como he dicho antes, ¿Cuánto tiempo toleraría la gente la obligación de trabajar si fuera para evitar un castigo y no por conseguir la paga mensual?

Independientemente de si usas castigos o refuerzos, el condicionamiento clásico dicta las asociaciones que se van a formar. Si castigas a tu perro, tu perro empezará a asociar esos castigos contigo. De la misma forma, los refuerzos serán asociados a ti y harán más fuertes tus lazos con el perro. Si decides adiestrar a tu perro usando castigos siempre te quedará la duda de si realmente está trabajando por ti o por evitar las correcciones.

Se podría decir lo mismo del adiestramiento con comida o juguetes. Sin embargo los adiestradores tienen la opción de usar refuerzo variable – reforzar aleatoriamente para que los premios no sean predecibles. El refuerzo variable solo funciona con refuerzos. No se puede castigar unos errores con una corrección de correa y otros no, para que el perro aprenda, la corrección tiene que ser aplicada cada vez que ocurra el error. La creatividad y el ingenio son más costosos que las soluciones rápidas. Si todos los adiestradores eligieran inventar formas nuevas para reforzar a los perros todos lo perros y todos los adiestradores se beneficiarían. Los perros son amorales; nosotros no. ¿Quien tiene la obligación de intentar hacerlo mejor?

Si tu perro pudiera hablar ¿que crees que opinaría sobre como le estás enseñando? Ponerse en el lugar del perro puede hacernos comprender mejor y ser más conscientes del tipo y estilo de técnicas adiestramiento que estamos usando. Si este artículo te ha inspirado a intentar usar técnicas de adiestramiento diferentes y a lanzar una ofensiva de adiestramiento creativo, deberás estar preparado para algunos baches en la velocidad del adiestramiento. Las nuevas ideas sobre adiestramiento siempre tienen dificultades. Tanto tu personalidad como la de tu perro tendrán que adaptarse a las nuevas técnicas. Sabiendo de antemano que habrá un periodo de adaptación seguro que conseguirás perseverar y seguir intentándolo. Si al principio no tienes éxito, ¡inténtalo otra y otra y otra vez!

Fuentes:

Coercion and its Fallout by Murray Sidman.
Don’t Shoot the Dog by Karen Pryor.
So Your Dog is Not Lassie by Betty Fisher and Suzanne Delzio.
Behavior Problems in Dogs by William Campbell.
Train your Dog the Lazy Way by Andrea Arden.
Culture Clash by Jean Donaldson.
Dogs are from Neptune by Jean Donaldson.
The Man Who Listens to Horses by Monty Roberts
Purely Positive by Sheila Booth.
Excel-erated Learning: How dogs learn and how best to teach them by Pamela J. Reid.
«Of Hostages and Relationships» by Suzanne Clothier, www.flyingdogpress.com.
«The shocking truth about shock collars» Animal Behavior
site: www.apbc.org.uk/article2.htm.
Una versión de este artículo apareció previamente en Clean Run magazine, Marzo-Abril 2001.

Angelica Steinker, M.Ed. es una adiestradora motivacional propietaria de Courteous Canine, Inc., una escuela de adiestramiento especializada en comportamiento, resolución de problemas de conducta, adiestramiento con clicker y agility. Angélica tiene un Master’s Degree en counseling por la George Mason University y usa activamente teorías del comportamiento y aprendizaje en su trabajo con perros y sus dueños.

virginiamillares@yahoo.es – Teléfono: 639 35 35 11